Mi viaje favorito, por Ricardo Mur.



Mientras más conozco, más me gusta Mendoza.

Cuando viví un año en Buenos Aires y luego volví, juré por Dios que sólo regresaría de paseo. Pero instalarme, ni loco. Acá, más allá de la inseguridad que vivimos a diario, uno todavía puede sentarse en un café hasta la madrugada, charlar con un amigo y en tono tranquilo, no a lo gritos ni apurado como hacen en Capital Federal.

Me gustan otros destinos que recorro con asiduidad, como San Luis y la Costa Atlántica. Conozco gran parte del país, pero mientras más conozco afuera, más me gusta Mendoza.

Tengo una rutina: me encanta planear un viaje por ahí sin rumbo fijo por lugares poco transitados de la zona Este de la provincia, por el Valle de Uco, porque he comprobado que andar en auto te da una perspectiva muy distinta. Hay sectores que vale la pena conocer de a poco, adentrándose en los caminos, a veces con mi esposa Miriam, que disfruta tanto como yo estas escapadas, y otras veces acompañados por un matrimonio amigo.

Para realizar estas salidas, en general los domingos a la tarde, hay que tener los ojos bien abiertos, fundamentalmente. Así estás a atento al paisaje, a los diferentes puntos de vista porque no es lo mismo una ruta mirada desde el Sur, que desde el Norte. Está bueno entrar a fincas, por las hileras de viñedos y conocer rincones desconocidos. Salimos dispuestos a sorprendernos en cada recorrido. Lo hacemos casi como un hábito y nos encanta.

Si hablara de un lugar realmente especial, no quiero dejar de mencionar Malargüe, un lugar que nunca termino de conocer, porque hay mucho por descubrir. Además tiene diferentes posibilidades en un mismo territorio.

La laguna Llancanelo y la Caverna de las Brujas son maravillosas. En aquellos túneles milenarios se siente una magia especial. Lo fantasmagórico del lugar, sus profundidades, invitan a imaginarse cosas, a recordar a los antepasados de nuestras tierras. Recuerdo que hice el recorrido de espeleología más corto, el que puede hacer el visitante común. De todas maneras, es una experiencia inolvidable.

Finalmente, para esos paisajes, obviamente hay que acompañarlos con un termo con café o mate y tortitas caseras o sopaipillas que venden a las orillas de las autopistas. Para mí Mendoza es una de las mejores provincias para vivir, y lo digo con razón, por haberla recorrido.